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20 de noviembre de 2013

La oscura historia del monstruo Comelibros


Debo confesar que la broma que me gastó aquel monstruo Comelibros de nombre Adelino me exasperó profundamente. En primer lugar, porque yo estaba sumido en la lectura del clímax de mi novela negra cuando me la quitó para devorarla; y en segundo lugar, porque no era necesario que me dijera quien era el asesino. Esto último, fue una vileza de su parte. 
Con la rabia todavía fresca, comencé a maquinar una forma de vengarme. Primero pensé en enviarle a Adelino un libro relleno de ají picante o de algo peor. Pero lo descarté, porque en realidad no es mi estilo y, porque mi intención es que estos malditos monstruos, dejen de una vez por todas, de devorar los libros de las personas cuando se les dé la gana. Pensé que si pudiera demostrar que estos engendros devora letras tienen un lado oscuro, podría poner en duda su derecho  a consumir indiscriminadamente libros.
Y así fue, como movido por la venganza, descubrí el lado oscuro de los monstruos Comelibros. Y supe que estos endriagos, además de libros: ¡Comen gente! Aunque parezca increíble. Y lo más asqueroso de todo, es que después de comerse a las personas, ellos van al baño y defecan un libro bellamente editado que contiene la biografía póstuma de la víctima. Y es con esta macabra actividad como estos monstruos se hacen ricos. Zampándose a ancianos aburridos de la vida, muchos millonarios, otros usando los últimos ahorros que les quedan o vendiendo sus casas. Les pagan para dejar su biografía como única huella de su paso por el mundo. Aunque el crimen pudiera parecer impune, existe una forma de comprobarlo. Sucede que los huesos humanos no son totalmente digeribles por los monstruos Comelibros, por lo que siempre se expulsan algunos de éstos en conjunto con la biografía defecada. Esto les provoca a estas bestias un indescriptible dolor, lo que es un precio bastante bajo a pagar, comparado con el dinero que reciben.
Es así, como ayer salí en búsqueda del cementerio ilegal de víctimas del señor Adelino. Aprovechando que tenía su dirección escrita en el paquete recibido con la copia defecada de mi libro. Cuando vi la enorme casa donde vivía, estuve a punto de saltar de alegría, sin duda, tenía mucho dinero. Luego al saltar la pequeña verja y espiar al Comelibros por la ventana y, verlo zampándose unas preciosas y carísimas enciclopedias, no me quedó duda. Luego seguí recorriendo los bellos jardines y, escondido estratégicamente tras unos arbustos frondosos, encontré la fosa común que contenía los huesos de cientos, quizás miles, de personas que quisieron morir en las fauces de este esperpento, muchos de ellos engañados por una falsa promesa de eternidad.
Tengo la historia, los huesos y las fotos. Ahora, sólo me queda dar a conocer estas pruebas al mundo. Sin embargo, fue demasiado fácil recopilar estas pruebas ¿Cómo nadie nunca lo había hecho? Quizás deba encarar al señor Adelino primero. Estaba absorto en estas cavilaciones, cuando, el timbre de la casa me hizo saltar del susto con su repentina llamada. Y al salir, me encontré con el mismísimo Adelino Comelibros. En sus manos llevaba un libro bellamente editado, en cuya tapa estaba escrito en letras doradas el título:"Mi Biografía", y más abajo, en letras pequeñas, estaba escrito mi nombre. Él me guiñó el ojo sin monóculo y entró a la casa, sin pedir permiso.




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