Entradas Recientes

25 de junio de 2014

Fabián



Fabián salió a comprar el pan y nunca más volvió a casa. Las viejas de lengua venenosa inventaron que él y el panadero se enamoraron a primera vista y, siendo fulminados por éste amor prohibido, tuvieron que escapar. Los obsesionados con los crímenes perversos, lo imaginaron asesinado y triturado por su esposa, para luego ser depositado en pequeñas dosis diarias en la compostera del patio. Pero nadie imaginó que Fabián nunca salió a comprar el pan; que una día descubrió que era un ángel y simplemente se echó a volar. 




18 de junio de 2014

Asesina



La muerte unas veces nos deja morir y otras nos asesina.
Manuel González Prada


Supe que era la asesina desde que vi aquel brillo verdoso en sus ojos negros mientras descuartizaba un pollo para el almuerzo, pero sólo tuve las pruebas suficientes cuando ya era demasiado tarde. Ya había caído en sus brazos, su cama y su tabla, donde yo era la próxima ave a rebanar.




11 de junio de 2014

El vuelo infinito



Siempre sueño que puedo volar, pero cuando deseo aterrizar nunca logro hacerlo. A veces, vuelo sobre un bosque tan grande y frondoso que no es posible encontrar un claro donde bajar; otras, sobrevuelo un océano infinito donde veo tierra firme; también, he recorrido a ras del suelo un desierto tan caliente que me es imposible pisarlo; y una oportunidad, volé dentro de una caverna gigantesca recubierta completamente con afilados cristales, que brillaban como diamantes, llenando el lugar de los colores más hermoso que he soñado. Pero hoy, tengo la seguridad de que podré aterrizar. Soñaré que desciendo de las alturas sobre un pequeño monte tapizado de verde hierba, y me cobijaré del sol bajo un manzano que crece en la cima, y un fruto caerá sobre mi cabeza, y el golpe me iluminará y me daré cuenta de mi verdadera situación y, por fin, podré verme en mi cama de hospital a punto de despertar.





4 de junio de 2014

El queso



Un fuerte olor a queso me sacó de mis cavilaciones, miré a mi alrededor, pero a simple vista nadie parecía llevar nada parecido. Me tapé la nariz con la mano derecha y, me sorprendió descubrir que llevaba una bolsa colgada de mi muñeca, donde precisamente, llevaba un enorme trozo de queso. Y recordé cómo había llegado a mis manos: me vi de camino al metro...ahí estaba esa mujer...en una esquina, ofreciendo trozos de queso a los cansados peatones, usando como vitrina el maletero abierto de un vetusto auto. Y aunque fuera imposible, era igual a ella: los mismos ojos sonrientes, la misma sonrisa dulce, los mismos ademanes pletóricos de cariño y el mismo tono de voz. Me detuve frente a su improvisado puesto y dije su nombre, pero no respondió; me miró de pronto y me ofreció su producto tal como lo hubiese hecho ella. No pude negarme, hace tanto tiempo que se había ido y ahora estaba ahí, ofreciéndome su sonrisa. Me fui con el corazón contento, rebobinando y saboreando dulces recuerdo y además, con un exquisito trozo de queso.