«Ángel de la guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, ni en la hora de mi muerte, amén». Aunque, oré desde niño y seguí haciéndolo hasta bastante grande, siempre me sentí, profundamente desamparado y olvidado por mi ángel guardián. Hasta que, hoy se me apareció. «¡Dónde has estado en toda mi vida!», le espeté a centímetros de su bellísimo rostro. Él escuchó impávido mi acusación y sin mediar palabra, una respuesta se formó en mi mente, hecha de recuerdos que, creía haber olvidado: como la vez que, a los 3 años, apareció rodando ante mis ojos, mi auto de juguete favorito, en el momento en que me dirigía a meter los dedos al enchufe; o la oportunidad, cuando dispuesto a probar mi valentía, me lancé en patineta desde la cima de una calle empinada y milagrosamente, no choqué contra un auto que apareció en ese instante frente a mí; También, recordé la extraña sensación de profunda alegría al rechazar una invitación, a un special afterhour, de una supuesta "amiga" que conocí en una discoteca y finalmente me vi a mi mismo, como si fuera una película, esperando que llegaran las personas interesadas en el aviso de venta de mis órganos, y mi ángel de la guarda, apareciendo justo frente a mí. Entonces, volví a ver a través de mis ojos y, a lo lejos divisé un auto acercándose lentamente. Mi ángel inclinó levemente su dulce rostro. Lo tomé como una afirmación a mis pensamientos, y me largué en mi vehículo, lo más rápido que pude.
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1 comentario:
los ángeles no nos dejan, somos nosotros los que dejamos de creer de confiar, de percibirles...
abrazos
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