Fue un día cualquiera mientras desmalezaba mi jardín. El Jack, mi cariñoso y obediente perro, y como era su costumbre, comenzó a langüetearme la cara cuando yo me inclinaba sobre la tierra. Aburrido de este ataque de afecto, le grité: ¡Jack, echate a volar!. Al instante, el perro dio media vuelta, le salieron un par de alas en su lomo y salió volando...desde ese día no hay gato que se le escape.
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29 de abril de 2013
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4 comentarios:
una orden espacial sin duda
irse a volar
abrazos
Qué ocurrente eres! Me encantó...no sé como lo haces, pero día a día te superas en los "micros".
Felicitaciones, amigo.
jajaja me ha encantado este relato, que divertido, :D
gracias por tu huella
ten una semana preciosa
abrazos
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