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21 de mayo de 2014

El león rampante


El león era parte de su escudo familiar desde incontables generaciones, sin embargo, ningún miembro de su familia había medido sus fuerza con ésta magnífica bestia. Él era el primero en viajar a África e ir a la caza de un león, armado solamente con un cuchillo.

Después de varios días, el cazador, sin suerte en su búsqueda de un león le parecían verdaderas las noticias sobre el peligro de extinción del animal. Pero persistía en su busca y, como todas las noches, acampó sólo al cobijo de unos árboles. Abrigado por el fuego cantó una vieja canción de amor e invocó a sus dioses; los animales nocturnos lo observaban con curiosidad, algunos olisqueaban con desagrado su asesina presencia, y luego continuaban su camino; El cazador disfrutaba de un trozo de carne seca, cocinada con raíces comestibles y agua, cuando escuchó los rugidos: el primero fue muy cerca y el segundo muy lejos, lo que le produjo miedo y confusión en un principio, pero luego tomó su cuchillo y esperó atentó, ésta era su oportunidad. Pasaron segundos interminables hasta que un par de ojos brillantes aparecieron en la oscuridad, luego otro par, luego cientos de ellos, y en medio de todos éstos, surgieron aquellos ojos: amarillos y feroces, acercándose lentamente; el cazador tembló cuando vio al león frente a él, iluminado por el fuego y parado en dos patas, tal como aparecía en el escudo de armas de su familia; se estremeció aún más, cuando el león pronunció su nombre, el de su padre y el de su abuelo; luego, con su bestial voz, lo desafió a un combate a muerte sin armas, a lo que el cazador respondió sacando un pañuelo de su bolsillo bordado con el escudo familiar; el león lo miró con desdén y le quitó la tela de sus manos, acto seguido miró la figura dibujada en el trapo y se rió con un rugido, luego le devolvió el pañuelo lanzándolo contra la cara del cazador y mientras éste último gritaba de terror, el león desapareció en la noche, rugiendo y riendo.



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