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30 de abril de 2006

Il assassin

A la muerte, que ronda cada segundo, al igual que el amor.

En primer lugar rompí la primera regla de los asesinos solitarios como yo, (inventadas por mi): me enamoré, y segundo, maté con un arma que no era mía. Traicioné a mi vieja treinta y ocho con silenciador, que jamás me había abandonado, a pesar de que ya estaba identificada como la culpable de muchos asesinatos, pero nunca encontrada.

La conocí en un colorido café de los suburbios de París, ella llevaba el mismo vestido de mi última víctima, una Duquesa déspota, que había matado por encargo de los pobladores de su villa, que habían realizado hasta bingos para costear mi elevada tarifa. El vestido azul, le ceñía a su esbelto cuerpo, con aquella naturalidad que da la belleza verdadera –aunque definitivamente era la copia de un exclusivo Versace-. Por detrás se podía intuir su belleza, y otras bondades de su curvilíneo cuerpo, se movía con un ligero vaivén mientras miraba un cuadro definitivamente feo que colgaba en la pared. Al darse vuelta, dude de la no existencia de Dios, y no pude evitar el tamborilear de mi corazón, frío hasta entonces. Me acerqué y el resto ya es parte de mis más alegres recuerdos, el juego de la seducción nunca se me había hecho tan difícil, jamás había sentido esto en mi vida, ni siquiera por aquella mulata en Cuba con la que viví tres meses, y con la que fornique hasta que llegue a sentir algo similar. Luego tuve que matarla después de que me delatara a Fidel...pero es harina de otro saco. Me enamore a primera vista, como un estúpido, como aquellos estúpidos que mataba por encargo de sus esposas.

Al levantarnos al día siguiente, observe su desnudes como por primera vez, era una sensación distinta, algo que me hacía sentir vulnerable, como nunca lo había sentido en mi vida. No quería que se fuera de mi vida. Entonces ellos entraron, dispararon dándole a ella directo en la cabeza, sin piedad como yo lo había hecho muchas veces. Mi pistola estaba sobre una silla a tres metros de mi, en frente de la cama, gire sobre la cama desnudo y caí a un lado de la silla tomando la pistola con ambas manos para no fallar, pero una patada la quitó de mis manos, entonces me levante y tome de la muñeca al desgraciado y di media vuelta, golpeándole el estomago con el codo, haciendo que soltara el arma. Me di otra media vuelta y patee en la boca del estomago a la rata, mientras le disparaba en el pecho, entonces corrí por encima de su cuerpo y con la misma precisión con que ellos la mataron, los maté de tres tiros esparciendo sus sesos en toda la habitación.

Y este fue mi último y tercer error: dejarme seguir sin darme cuenta. Embriagado de amor. Después de liquidarlos, tome mis cosas y me fui rápidamente, todo estaba hecho. Prometí no volver a enamorarme nunca más. Y me retire en Lyon.

10 de abril de 2006

Laguna esmeralda

a Yasna.

Son mis primeras vacaciones en años, el trabajo me estaba consumiendo el alma, entonces decidí viajar para evitar esta tragedia. Tome un montón de folletos y elegí uno al azar, la suerte incierta y la vida incierta, era la que yo deseaba vivir. luego partí, dejando todos mis pesares atras, dispuesto a disfrutar cada segundo de mi existencia.

Como lo había pensado el agua era un cristal esmeralda, que daba un ambiente onírico y extramundano, al bosque de tocones de Araucarias milenarias, que yacían bajo las aguas del pequeño lago del Parque Nacional Conguillio ( IX región, Chile ). Alrededor, el verdor del bosque antiquísimo, parecía recién nacer, el lago se transformaba en una ventana a un pasado muy lejano.

Sumergido en estas contemplaciones, comencé a observar como bajaba poco a poco el nivel del agua, miré a mi alrededor para ver si alguien más afirmaba mi visión, pero me encontraba solo, absolutamente solo. Cuando el lago estuvo seco en un tiempo indefinido, el suelo comenzó a emanar vapor y ponerse al rojo vivo, entonces se hizo lava y el calor me golpeó en el rostro, estaba por salir corriendo pero algo me dijo que todo estaba bien –aunque lo dudaba en el fondo de mi alma. La lava comenzó a retirarse como si lo hiciera en contra de la gravedad, capa por capa, como una ola viscosa ardiente y paciente, que vuelve al corazón de la tierra. Al despejar los tocones aparecieron troncos estilizados y jóvenes, reviviendo la vida palpitante al hacerse visibles las ramas y verdes hojas de las Araucarias, para luego nacer la hierba bajo ellas.

La maravilla y el miedo me embargaban, era algo que jamás me habría imaginado, el pasado renacía frente a mis ojos, y me elevada a lo divino.

No había visto ni un animal, en este pequeño y profundo valle del pasado perdido, el silencio era absoluto, cuando un conjunto de arbustos bajo las araucarias se movió rápidamente, formando un camino hacia mi, entonces la saeta que emergió de entre la vegetación, fue piel, garras y ojos que se lanzaban sobre mí, ya era tarde para gritar o correr, una profunda cortada rompía mi cuello, mientras caía al pequeño valle esperando estrellarme con el suelo, abrí los ojos y vi el agua esmeralda, al instante que esta entraba en mi boca y en mis pulmones, teñida de rojo, robándome la vida.